20 octubre 2014

Mujeres con burka en Madrid

Yo creía que era una chica moderna, de mundo, tolerante, comprensiva y que era capaz de convivir y respetar a todo y a todos.
Hasta que el otro día en el metro vi a una chica tapada hasta las cejas y me puse a llorar.
Había visto a mujeres tapadas, mucho más tapadas. 
Importante tener en cuenta esta gráfica para distinguir, para saber de qué hablamos exactamente.
Es de aquí
En el aeropuerto de Varanasi, India, por ejemplo, hice una larga cola para pasar por el control de seguridad con una gran mayoría de mujeres tapadas, tapadísimas. Mucho más tapadas, tapadas del todo. Con auténticos burkas. 
He estado en Argelia, en Túnez, en Palestina, en Jordania, he estado en Egipto, también en el barrio de Tetuán. He visto a mujeres tapadas, sin tapar, he visto un poco de todo.
Pero como esta vez, nunca.
Justo ahí, pegado a un lateral, donde puedes apoyarte y estirar las piernas.
De aquí
Estaba yo sentada en mi parte favorita del metro, en la cola, en esa en la que solo hay una fila de asientos y enfrente espacio. Es el mejor porque puedes medio estirar las piernas, y porque me deja justo en las escaleras de subida a mi casa.

Entraron dos chicos con rasgos árabes, y detrás ella. Alcé la vista desde los pies, llevaba unas deportivas negras, subí por su gran faldumento gris, vi cómo asomaba su bolso, vi sus manos tapadas por unos guantes, la especie de casaca, algo parecido a un babero, vi como pestañeaba para poder ver entre la ranura que su vestimenta le permitía. 
Estaba tapada completamente, a excepción de una ranura por donde trataba de pestañear. Era lo que se conoce por NIQAB.
Esto es un niqab,
no confundir con burka, que tapa TODA la cara,
 incluso los ojos, dejando una rendijita para no estampanarse.
Bien, vale. Siempre he defendido que cada cultura tiene sus costumbres, que los valores que una defiende son absurdos para otra (¿o acaso sentirse obligada a estar delgada y enseñar escote no es maligno?) Pero la vi, apoyada en la barra, con sus guantes, pestañeando entre su niqab. Y me implé, me apretó muchísimo el nudo en el estómago y empecé a llorar. A berrinchar. 
Ella me miraba, pensaría "¡qué pobre esta chica!"
Pero yo pensaba que no es justo ¡joder!. ¡No puede ser!. No podía dejar de pensar que el mismo respeto y gusto que se tiene porque la mujer vaya así se tiene para apedrearla por adúltera o por no dejarla estudiar.
Respeto, entiendo y puede incluso gustarme la costumbre de llevar un pañuelo, puede llegar a ser hasta romántico. Es cómodo, higiénico, es bonito. Es cultura. Nuestras abuelas lo llevaban, algunas de nuestras madres, se lleva en muchos países. Deja ver, deja respirar, joder.

Es de aquí
Pero esto del niqab, y no halamos ya del burka, ya es mucho. ¡No ve! Debe ser hasta difícil respirar con la cara tapada, la nariz, la boca.
Mientras yo buscaba pañuelos en mi bolso mientras lloraba mucho, la chica que estaba a mi lado me miraba. Yo tenía ganas de gritar ¡no es posible! ¡pero cómo es posible!
Hay asuntos en los que uno no se puede meter.
Ella hablaba bajito cuando el chico que le acompañaba se dirigía a ella, incluso se reía.
Más pena le daría a ella ver a una chica llorando desconsolada en el metro.
Me disgusté. Mucho. Muchísimo.
No sé. 
Vaya usted a saber.

Algunos datos sobre el uso de vestimentas árabes para mujeres en el mundo islámico aquí 

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